CIENCIA

Ciudad de México se hunde irremediablemente y es inevitable, aseguran investigadores.

El costo final va a ser mucho mayor que un terremoto muy grande, porque sucede todos los días a cada segundo. Y no parece haber ninguna solución.

Cuando Darío Solano Rojas se mudó de su natal Cuernavaca a la Ciudad de México para estudiar en la Universidad Nacional Autónoma de México, el diseño de la metrópoli lo confundió. No es la cuadrícula en sí, sino la forma en que el entorno construido parecía estar en tumulto, como una pintura surrealista.

“Lo que me sorprendió fue que todo estaba un poco torcido e inclinado”, dice Solano-Rojas. “En ese momento, no sabía de qué se trataba. Solo pensé: Oh, bueno, la ciudad es muy diferente a mi ciudad natal».

Y vaya que muy diferente.  En la universidad, Solano Rojas conoció al geofísico Enrique Cabral Cano, quien estaba investigando la sorprendente razón de ese caos infraestructural. Y es que la ciudad se estaba hundiendo a lo grande. Es el resultado de un fenómeno geológico llamado subsidencia. Un fenómeno que describe el progresivo hundimiento de una superficie. Generalmente, ocurre cuando se extrae demasiada agua del subsuelo y la tierra de arriba comienza a compactarse.

Según modelos de los dos investigadores y sus colegas, partes de la ciudad se están hundiendo hasta 50 cm por año. En el próximo siglo y medio, calculan, hay áreas que podrían disminuir hasta casi 20 metros. Los lugares en las afueras de la Ciudad de México propiamente dicha podrían hundirse 30 metros. Ese giro e inclinación que notó Solano Rojas es solo el comienzo de una crisis en cámara lenta para 9.2 millones de personas en la ciudad que se hunde más rápidamente de la Tierra.

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La base del problema es la mala base de la Ciudad de México. El pueblo mexica construyó su capital, Tenochtitlan, en una isla en el lago de Texcoco, que se encuentra en una cuenca rodeada de montañas. Cuando llegaron los españoles, destruyeron Tenochtitlán y comenzaron a drenar el lago y a construir sobre él. Poco a poco, la metrópolis que se convirtió en la actual Ciudad de México se expandió, hasta que el lago dejó de existir.

Y eso puso en marcha los cambios físicos que iniciaron el hundimiento de la ciudad. Cuando el sedimento del lago debajo de la Ciudad de México todavía estaba húmedo, las partículas de arcilla que lo componen estaban dispuestas de manera desorganizada. Pero si quita el agua, como hicieron los planificadores de la Ciudad de México cuando drenaron el lago, esas partículas se reorganizan para apilarse ordenadamente, como platos guardados en un armario. Con menos espacio entre las partículas, el sedimento se compacta. “Está perdiendo agua y está perdiendo volumen”, dice Solano Rojas.

Los funcionarios de la Ciudad de México reconocieron el problema del hundimiento a fines del siglo XIX, cuando vieron que los edificios se hundían y comenzaron a tomar medidas. Eso proporcionó a Solano Rojas y Cabral Cano valiosos datos históricos, que combinaron con mediciones satelitales tomadas durante los últimos 25 años. Al disparar ondas de radar al suelo, estos orbitadores miden con gran detalle cómo han cambiado las elevaciones de la superficie en toda la ciudad.

Usando estos datos, los investigadores calcularon que el sedimento de la Ciudad de México tardará otros 150 años en compactarse por completo, aunque su nuevo modelo muestra que las tasas de hundimiento en realidad varian de una zona a otra. Cuanto más gruesa es la arcilla en un área determinada, más rápido se hunde. Otras áreas, particularmente en las afueras de la ciudad, podrían no hundirse mucho porque están asentadas sobre rocas en lugar de sedimentos.

Eso podría sonar como un alivio, pero en realidad exacerba la situación porque crea una diferencia peligrosa. Debido a que algunas partes se están desplomando dramáticamente y otras no,  se pueden romper carreteras, redes de metro y alcantarillado.

“El hundimiento por sí solo puede no ser un problema terrible”, dice Cabral Cano. “Pero es la diferencia en esta velocidad de hundimiento lo que realmente pone a todas las estructuras bajo diferentes presiones”.

Si el problema es que el suelo no está lo suficientemente húmedo, ¿no podrían los ingenieros en la Ciudad de México simplemente inyectar agua en el sedimento?

“La respuesta a eso es, desafortunadamente, no. No podríamos ver cómo el suelo vuelve a subir”, dice la geofísica Estelle Chaussard, autora principal de un nuevo artículo con Cabral Cano y Solano Rojas.  “Casi la totalidad del hundimiento que estamos viendo es irreversible”.

Este proceso de compactación de la arcilla es difícil de deshacer, coincide Solano Rojas.  Intentos previosde reinyectar agua subterránea en otras partes del mundo han descubierto que solo recuperaron una pulgada más o menos de elevación.

«Cuando se seca, es muy difícil devolver el agua a la arcilla”. «Porque la estructura de la arcilla cambia. Y este tipo de placas, o tipos de láminas, se reorganizan y no permiten que el agua vuelva a entrar en su estructura».

Al estudiar el hundimiento como un fenómeno global, los científicos saben que detener la extracción de agua subterránea puede detener el hundimiento, pero no es una garantía.

De hecho, los  investigadores están encontrando partes de la Ciudad de México que siguen hundiéndose después de que cesó la extracción de agua.

“Eso significa que nuestros edificios y todo lo construido sobre la superficie pierde elevación, y eso se pierde para siempre”, dice Cabral Cano. “Y lo peor de todo, la capacidad del acuífero para almacenar agua está severamente disminuida”.

¿Cuánto le costará esto a la ciudad a largo plazo? «Sospechamos que el costo final va a ser mucho mayor que un terremoto muy grande, porque sucede todos los días, cada segundo», dice Cabral Cano. “La ciudad se hunde, implacablemente, se hunde».

Después de un gran terremoto, la ciudad repara la infraestructura. Pero el hundimiento es un problema perpetuo. Aunque repare una carretera o los cimientos de un edificio en un año, podría volver a romperse al siguiente.

Un gobierno podría arrojar dinero a esta crisis, pero la mayoría de los propietarios no. «Hay una gran cantidad de áreas donde el daño no es solo una acera ligeramente inclinada”, dice Cabral-Cano. Es la casa de alguien. Y una gran mayoría de las casas en México no tienen seguro por daños estructurales.» Para los residentes de la Ciudad de México, eso supondrá mucho dinero.

Y eso no es una apuesta, es una certeza.

Con información de Wired.

Somos Extremo Mundial.

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